lunes, 14 de septiembre de 2009

Enroque

Se me olvidó como jugar ajedrez.


Yo pensaba que mis habilidades en esa actividad eran buenos pero ahora me di cuenta que nunca supe nada.


Cometí varios errores y en el momento de ver cómo estaba el juego, me di cuenta que todas las piezas estaban en otra posición.

No es que esos errores me vayan a hacer perder la partida, pero tendré que modificar mi juego de ahora en adelante.


Mi rey sigue detrás esa muralla impenetrable de piezas negras y altas, después del enroque, que siempre es mi primera jugada.


Mi pieza favorita es el caballo, porque se salta toda barrera ya sea propia o enemiga, muchos lo subestiman, muchos nos subestiman


A veces desearía poder mover las fichas a mi antojo, pero de pronto vuelvo a la mierda de la realidad y me acuerdo que las torres nunca cambiaran la linealidad con que se mueven, inflexibilidad que las hace presa fácil a pesar de su gran potencial.


Me gustan los alfiles, siempre andan en el mismo terreno, no se andan con pendejadas, son directos, si son de tierra blanca allí se quedaran hasta que llegue la cruel reina o el simple peón y los mande a esa tierra donde nadie quiere llegar.


Pero es en serio malo ese sitio, alejado del tablero, donde ya no ocupas moverte, donde esa mano que conduce todo ya no te utiliza a su gusto. Quizás ahí es donde de veras se puede descansar o rodar hacia donde a la pieza le dé la gana.


Y si, puede que me quede sin piezas, puede que cada alfil, caballo o torre los pierda por la presión que siento en este momento, pero quizás solo con la reina, pueda salvar a este tonto rey que se mueve solo un espacio cada turno, y que si se queda solo, a pesar de que es alto y orgulloso, suele caer.

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