martes, 22 de noviembre de 2011

Nadar.


Antes solo me quejaba de lo fuerte de la corriente. Veía la otra orilla y quería estar allí.


No creía ser tan fuerte como para salir de esa tierra seca e infértil.


Poco a poco moría de hambre y mi piel ya estaba gastada por el cruel sol.


Antes solo me quejaba de lo fuerte de la corriente. Veía la otra orilla y ...


Un día nublado vi otro hombre que luchaba contra la corriente. Era más pequeño y sus brazos más cortos pero no se cansaba.


En sus ojos se reflejaba el árbol más alto al otro lado del río.


Antes solo me quejaba de lo fuerte de la corriente...


Llovía pero vi dos mujeres que se enfrentaban al flujo del agua. Sus delgadas piernas se movían al unísono con dirección a la otra orilla.


De pronto vi que no eran solo dos mujeres, eran más personas que agitaban el agua con cada movimiento de sus brazos y piernas.


Antes...


Hoy hay rayería, pero he entrado al río. Solo quiero nadar. No sé si algún día llegaremos a la otra orilla pero sé que nuestros brazos se vuelven más fuertes con cada brazada.


Solo quiero nadar, no importa si muero en el intento. Solo quiero nadar porque vi en ellos que quedarse sentado quejandose no lleva a ningún lado.

miércoles, 13 de julio de 2011

Cuando el emperador hizo silencio.

Ayer mientras yo miraba por la ventana el emperador decidió guardarse sus palabras. Ya no tenia nada más que decir en esto reino de pisos de madera y plantas ornamentales.

El monarca ya no tiene nada más que decir y se ha refugiado todo el día en su habitación. Ya no hay quejas por el desorden en sus territorios ni reclamos por la desobediencia de su mujer.

Los pasillos adornados con pinturas de gran tamaño no hacen eco de los gritos del emperador reclamando la ineptitud de sus súbditos.

Los sembradores ya no se asustan mientras él se pasea por los campos. No les dirá nada porque ya su boca no se abre para otra cosa que no sea ingerir alimentos.

Alimentos que a las cocineras ya no les importa si se pasan de sal o están bien sazonados puesto que ya él no las amenazará con despedirlas.

No sé si el emperador solo se cansó de hablar, o su reino le ha dejado de importar. Puede que sepa que la muerte lo acecha o que nunca logrará los planes que tenía.

Todos le teníamos respeto al jerarca. Respeto no. Todos le teníamos miedo al jerarca.

Hoy le tenemos lástima. Cada vez que se sienta en su trono en sus ojos vemos una agonía que parece no acabar.

Antes yo me asustaba de tener que darle una mala noticia. Me estremecía pensar que me podía desterrar si los asuntos no iban como a él le parecía.

Las noticias cada día son peores, pero ahora lo que me asusta es que con la próxima información que le dé su corazón no resista más.

El emperador debe morir ya, o exiliarse en otros parajes. Si no lo hace pronto rodará su cabeza o el reino se hundirá con él en esas colchas y edredones que visten su cama.

Hoy mientras veo por las ventanas, mi mente me dice que el emperador fue el último en callarse.